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martes, 1 de enero de 2019

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La inspiradora historia de Daniela Alegría, la mejor basquetbolista paralímpica de Chile

Hace unos años le dijeron que no volvería a jugar, pero recibió el Cóndor de Bronce. Le aseguraron que no podía tener hijos y actualmente es madre de una hermosa niña. Fue discriminada y ahora es reconocida a nivel nacional. “A los 26 años asumí mi discapacidad y que esas diferencias me iban a hacer mejor”, afirmó
La sonrisa le brota a flor de piel. Y cómo no, si hoy atraviesa quizás el mejor momento de su vida. A sus 30 años, la talquina Daniela Alegría Ruiz fue elegida como la mejor basquetbolista paralímpica del país por el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile, otorgándole el Cóndor de Bronce. Además, ha logrado formar una familia y tiene un buen trabajo como profesora diferencial. Pero no ha sido un camino fácil y todos sus logros son fruto de su esfuerzo y perseverancia.

Llegó al mundo cuando su madre tenía solo 6 meses de embarazo, por lo que le faltó desarrollar su hemisferio izquierdo. “Nací con una rotación de cadera, pie equino, tengo el brazo izquierdo más corto. He aprendido a caminar unas tres o cuatro veces a lo largo de la vida. Después de cada cirugía era volver a empezar”, explicó la “Dani” sobre los orígenes de sus problemas físicos.
Sin embargo, valoró el hecho de que sus padres nunca la limitaron, pese a todas las dificultades que tenía. “Era evidente que no caminaba ni corría bien. A los cinco años dejé de caerme al suelo, porque antes daba un paso y me caía; a los seis años me operaron del tendón de Aquiles, lo que hizo que yo pudiera pisar con el pie completamente; y recién a los 16 me operé de la cadera”, detalló.
Pero esos problemas no fueron impedimento para que esta talquina compitiera de igual a igual con el resto de sus compañeras. De hecho, recién en 2014 empezó a usar silla de ruedas para disputar torneos paralímpicos.

DEPORTE
Es que ella lleva el deporte en sus genes. Su madre (Marcela Ruiz) fue seleccionada chilena de básquetbol y su padre (Lorenzo Alegría) siempre ha practicado fútbol amateur. “Yo técnicamente era muy buena, era triplista, y tenía mucha visión de juego. Nací en la cancha viendo jugar a mi mamá, entonces esa cualidad no la tiene cualquier persona, y eso te lo da solo la experiencia. Y ahora que me subí a la silla, se nota que sé ubicarme, conozco los tiros y tengo los lanzamientos bien adquiridos”, comentó.
En ese sentido, agregó: “Desde los cuatro años que estoy en la cancha tirando un balón. Y todo ese tiempo aprendí a jugar básquetbol así, chueca y todo, pero el desgaste físico era mucho. Hasta que un entrenador cubano me vio jugando y le dijo a mi mamá: ‘¿Cómo a su niña no le han hecho nada?’. Acá en Chile no sabían qué tenía, así que me mandó a Cuba y allí me operé; pero es tanto el desgaste que tuvo mi cuerpo después de 16 años caminando mal, que la cabeza femoral la tengo casi molida, está plana por la postura de mi cadera. Jugaba, pero con miedo. Además, ya había perdido mucha habilidad y fuerza en mi pierna. Yo igual era seleccionada en el colegio y, a pesar de todo, siempre me mantuve bien”.

MOMENTOS DIFÍCILES
No obstante, hubo una experiencia que la dejó marcada de por vida: en una prueba para integrar la selección chilena de baloncesto, la entrenadora le dijo que físicamente no estaba capacitada para sumarse al combinado nacional. “A los 15 años yo sentí lo que era la discriminación. Hasta ese momento, nadie me había hecho sentir la diferencia. Siempre me pasaba lo mismo (no quedar en la nómina definitiva), pero nunca me lo habían dicho de esa forma. A esa edad te llega todo a la médula”, recordó Daniela. “Empecé a pensar que, si ya me habían encontrado diferente, todos me iban a encontrar diferente”, agregó.
Posteriormente, cuando tenía 21 años, le tocó enfrentar una de las situaciones más difíciles de su vida, le dijeron que no podía volver a jugar básquetbol, ya que, si lo hacía, en un par de años iba a estar llena de prótesis. “Salí llorando del doctor y como que me morí. Incluso, regalé mis zapatillas”, contó la joven.
Eso se sumó a la separación de sus padres. “Yo lo estaba pasando mal en la vida, todo se me venía para abajo. Además, me estaba poniendo vieja físicamente. Incluso, me habían dicho que no podía ser mamá”, reveló.

OFICIAL DE MESA
Daniela decidió irse a Santiago, donde continuó ligada al deporte de sus amores como oficial de mesa de control, una función que venía desempeñando desde los 12 años. “No quería alejarme del básquetbol, entonces tenía que hacer algo para estar ahí. Y lo más cerca que podía estar era siendo oficial, porque no podía ser árbitro si no podía correr”, relató.
Dicho rol fue fundamental para salir del oscuro momento en que se encontraba. Fue en ese momento donde conoció a su actual esposo, Felipe, quien es juez de baloncesto.
Acto seguido, para los Odesur 2014 le preguntaron si prefería ser oficial de mesa en los juegos tradicionales o en los Parasuramericanos, certamen que ese año se realizaba por primera vez en Chile.
Hasta entonces, ella no sabía que se podía jugar en silla de ruedas. “Ahí se me iluminó el rostro. Yo no tenía idea que existía eso. ¡Nunca había visto a un cojo jugando a algo!”, aseveró.
Durante el proceso de capacitación del torneo, Daniela se acercó a uno de los clasificadores (que son los encargados de evaluar si las personas pueden competir a nivel paralímpico), quien le dijo que ella cumplía con todos los requisitos para participar del deporte adaptado.
La emoción se apoderó de ella. “No hallaba la hora de que empezara el campeonato para conocer a todos los chilenos. Le decía a todo el mundo que iba a empezar a jugar básquetbol de nuevo”, recordó la joven, con un brillo en sus ojos como si estuviese viviendo de nuevo ese momento. “Para mí, el básquetbol en silla fue resucitar”, sentenció.

DESCUBRIMIENTO
Habían sido como cinco años sin jugar y la noticia le devolvió el alma al cuerpo. Vivía en San Miguel, se trasladaba alrededor de dos horas para ir a entrenar a Las Condes y llegaba de regreso a su casa cerca de las 23.00 horas, pero eso no le importaba.

“Me sentí querida y me volví a sentir útil en la parte deportiva, entonces ya no tenía de qué quejarme”, expresó la maulina, quien hace poco más de dos años fue mamá de Emma.
Obviamente, tuvo que adaptarse a esta nueva forma de jugar. “Al principio era un autito chocador, porque nunca había andado en silla, solo lo había hecho como una semana cuando me operaron de la cadera”, describió. Sin embargo, pocos meses después ya llegaba al aro desde el tiro libre, un verdadero hito considerando que muchas de sus compañeras aún no lograban hacerlo.
“A los 26 años asumí mi discapacidad y que esas diferencias me iban a hacer mejor. Y ahora lo pienso así. Y si no hubiese sido porque me asumí y conocí el básquetbol en silla, no tendría nada de esto, porque nunca pude ser seleccionada antes. Me estaba puro perdiendo”, valoró.

LOGROS
Alegría comenzó jugando en el equipo Los Dominicos de Las Condes, luego pasó al Club Deporte Adaptado Chile (Dach), también perteneció a Lobos de El Bosque y actualmente milita en Cenlitcur de Curicó.
Durante su carrera, ha acumulado varios logros. Por ejemplo, es la goleadora de la selección chilena femenina, con la cual se ha coronado como máxima artillera de la Segunda División de la Liga Nacional Paralímpica, competencia en la cual participa el combinado criollo y donde poseen el título de campeonas. Además, este año consiguieron un histórico e inédito boleto a los Parapanamericanos de Lima 2019, al obtener la medalla de plata en el clasificatorio disputado en Guatemala. Todo eso se suma al Cóndor de Bronce y a un reconocimiento que le acaba de hacer Municipal Español de Talca.
Su nivel de confianza ha crecido enormemente. “Nadie me puede decir que hay límites en silla. ¡Yo no tengo ningún límite para jugar! Porque mientras más coja sea, mejor”, afirmó Daniela Alegría Ruiz.
Por esta razón, se ha ido superando y se pone nuevas metas: “Tengo una conversión casi de un 90% de tiros libres y mi desafío ahora es volver a los triples. A los 9 años ya lanzaba triples. Menos de cinco triples no te hacía por partido”, recordó.

APOYO
Aprovechando todos los reconocimientos que ha tenido, la cestera quiere hacer un llamado para que exista un mayor apoyo hacia el básquetbol paralímpico. Lo que más le interesa es conseguir sillas buenas para su equipo, ya que actualmente utilizan unas de origen chino -que no pertenecen a ellas- que son muy básicas. En cambio, una de buena calidad y hecha a la medida cuesta alrededor de 2,5 millones de pesos, algo inalcanzable para ellas.
También le gustaría realizar una exhibición durante un partido de Español para que la gente descubra que también existe esta modalidad de básquetbol adaptado. Y, obviamente, sería bueno conseguir auspiciadores y un gimnasio para entrenar.
En la misma línea, hace un mes, diversos deportistas paralímpicos de Chile efectuaron una protesta que terminó frente al Palacio de La Moneda en Santiago, donde le entregaron una carta al Presidente Sebastián Piñera exigiendo un aumento en el presupuesto 2019 y que originalmente está previsto en alrededor de mil 200 millones de pesos.

Ante esta situación, consideran que “no es proporcional al sostenido crecimiento y el gran número de personas en situación de discapacidad que hay en el país y que alcanza a un 16,7% de la población”, según explicaron mediante un comunicado.
Daniela, de igual forma se refirió a esto, señalando: “Nosotros de verdad que solo pedimos lo básico. Primero que todo, tener la implementación para jugar. Recién este año teníamos ropa deportiva oficial, porque parecíamos cualquier cuestión y nadie cachaba que éramos la selección. También alojamiento y comida. Una vez mi entrenadora me tuvo que ir a buscar porque no me podían costear el Uber desde el terminal. ¡Cómo voy a andar con la silla en la micro en Santiago a las 18.00 horas! He pasado por situaciones que me han dado ganas de mandarlos a todos a la punta del cerro, porque da lata que tengas que desembolsar mucho si al final lo estás haciendo por tu país”, lamentó.

INCLUSIÓN
Daniela Alegría es profesora diferencial. En trabajos anteriores, tuvo varios problemas debido a las licencias médicas que le daban cuando tenía crisis o por los permisos para entrenar y jugar, pero actualmente en el Colegio Amor de Dios, de Talca, la han apoyado y le otorgan todas las facilidades.
“Son una familia. La directora, la hermana Olimpia, me dice: ‘Nosotros nunca te contratamos mirando tu dificultad. Ni siquiera nos habíamos dado cuenta. Y no sabes el valor agregado que ahora le das a la escuela’. Ahora tengo mi fans club en los niños y me han hecho carteles. Eso también es lindo para que le demos una vuelta a la inclusión laboral, que igual es un tema complejo”, recalcó.



Fuente: Diario El Centro

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