Mal la están pasando la mayoría de los clubes de la Región de Los Lagos, que están esperando los playoff para hacer caja e ir cubriendo las deudas de una competencia que ha sido larga, sin subvención estatal para traslados, arbitraje y mesa de control, que en todo torneo se lleva una parte importante del presupuesto.
Hace un par de días, un reconocido hombre del basket del sur y que ya lleva varias temporadas en Ancud, solicitaba que las salmoneras contribuyeran con los clubes, como una suerte de compensación por todo lo que han generado en la zona (y destruido también).
En Castro, por su parte, el caballito de batalla que tenían, que era la concesión del terminal de buses, se terminó en diciembre de 2018, luego de años de administrar este lugar, ahora el consejo municipal aprobó la construcción de un nuevo recinto, donde la empresa a cargo de la obras también tendrá en sus manos la operación del rodoviario por 25 años.
Lo cierto es que Ancud y Castro no pasan por una buena temporada económica ni deportiva. Ambos casos ha sido difícil tener un flujo de caja constante y que auspiciadores de peso se incorporen.
Un poco más al norte, Osorno Básquetbol está en límite de seguir hasta el final de la temporada.
Lo concreto es que el fallo del Tribunal Arbitrario de Básquetbol (BAT) por la demanda del jugador puertorriqueño, Carlos López, -a quien se le adeudan poco más de 12 millones de pesos- no estaba en el presupuesto de la actual directiva.
Si bien, aparentemente, han subsanado parte de esta morosidad -el plazo vence el 6 de febrero- lo concreto es que el club pasa por un complejo momento financiero.
Valdivia es el otro caso donde las deudas están sobre la mesa del directorio. Desde enero 2018 que la institución ha venido arrastrando un abultado déficit por sobre los $200 millones. Sin embargo, el gran barco ha logrado moverse por estas aguas turbulentas, aunque no ajenas a problemas con la tripulación.
Ante este es cuadro, ¿cómo los clubes han logrado sobrevivir o mantenerse en la competencia?
Para la gente ligada al medio del basquetbol del sur, no es sorpresa que se acuda a prestamistas informales, donde hay dinero relativamente rápido, pero con tasas por sobre la media.
Es el único recurso que les queda a los directivos, que ante la desesperación y pensando en hipotéticos playoff -o cuando lleguen las vacas gordas- acuden a este sistema que está en la irregularidad completa del sistema financiero nacional.
Acá halamos de montos millonarios, donde prácticamente los encargados de los clubes juegan con fuego e hipotecan el presente y futuro de la institución.
¿Hay otras opciones?
Claramente no, desde el ámbito de la banca formal, pero sí desde el punto de vista del apoyo local de cada comuna o provincia.
Basta revisar la cantidad festivales veraniegos para pensar que un porcentaje de esa millonaria inversión, fuera para colaborar para sostener un espectáculo deportivo que en el largo plazo siempre ha dado frutos: niños que que quieran sumarse al deporte, familia que va a los gimnasios a disfrutar de un ocio positivo, la potencia de una marca loca, como el mismo nombre de la ciudad, etc.
Compleja y difícil es la situación de gran parte de los clubes sureños, donde la figura del prestamista está instalada como un salvavidas, pero con el plomo envuelto.
Fuente: Pasión Naranja
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